28/4/17

NOVEDADES 










26/4/17

Un año más hemos celebrado el Día Internacional del Libro en la biblioteca "José Canelo" con un montón de actividades para grandes y pequeños.

Desde aquí quiero dar las gracias a  los/as que de una forma u otra han colaborado en la organización y realización de los actos, tanto en la realización del diseño del cartel como en la lectura popular, talleres y teatro infantil .




























 




¡¡GRACIAS A TODOS/AS POR PARTICIPAR!!

11/4/17

JOSÉ CANELO (1873-1957)

ARTÍCULO DE FLORENTINO RODRÍGUEZ OLIVA CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE PLASENCIA.
(6 abril 2017)

Desde junio de 1987 el camposanto de Malpartida de Plasencia acoge las cenizas del crayonista José Canelo Serrano, a quien convecinos y coetáneos denominaban 'el Pintol', como él mismo recuerda en correspondencia mantenida desde Buenos Aires con algunos familiares y amigos del pueblo natal. Fallecido en la capital argentina tres décadas antes (12-9-1957), le cupo a uno de sus hijos, José Rosedal Canelo, cumplir una última voluntad del padre trasladándolas a esta orilla para inhumarlas en la tierra extremeña a la que siempre quiso volver: a la patria chica, es decir, al pueblo de los chinatos.
José Canelo pertenece a una estirpe de personajes singulares y curiosos, intrépidos y aventureros, nacidos de humildes familias en tierras pobres, los cuales hubieron de abandonar las raíces con la mirada puesta en horizontes más propicios. Fue uno de los integrantes de la emigración sociológica a tierras americanas de finales del siglo XIX y primer tercio del XX; en concreto, el periodo comprendido entre 1904 y 1912, cuando se produjo una nueva eclosión de españoles rumbo a América «buscando un cambio en sus condiciones de vida». Curiosamente, dicha oleada migratoria contó con escasa presencia extremeña, frente al elevado contingente de gallegos, canarios y catalanes que la configuraron; en aquella nómina figuraba José Canelo, una chinato optimista, simpático, bohemio y jacarandoso, al decir de un pariente cercano. Se aventuraba, pues, a cruzar el proceloso océano para hacer las Américas y al mismo tiempo hacerse alguien.

Nacido en 1873, pasó la infancia y la adolescencia entre la escuela, los juegos de la calle y las correrías por prados y encinares cogiendo nidos y bichos del campo. Ya entonces llamaron la atención de los convecinos sus dotes para el dibujo artístico. Mozalbete, asentose en el pueblo de aprendiz de zapatero durante cuatro años, menester al que renunció por aspirar a miras más altas. También probó fortuna en el taller de un pintor de Plasencia, quien certificó las aptitudes artísticas del chico, pero no llegaron a ningún acuerdo. A los veintidós años contrae nupcias con una viuda quince años mayor que él, María Portela (más bien, 'la Portela'), mujer del lugar cuyo primer marido, de oficio cantero y de quien conservaba el apellido, procedía de tierras gallegas.
El matrimonio despertaba la curiosidad de los paisanos no solo por la diferencia de edad entre los cónyuges, sino por ciertos atisbos un sí o un no librescos, casuales y premonitorios de algunos llamativos contenidos propios del realismo mágico hispanoamericano. Así, el volumen descomunal de las posaderas de la esposa, a la cual hubo de adaptársele una silla especial para dar cabida a tan extensas carnosidades; personaje cuyo daguerrotipo, sin duda, anticiparía en nuestra imaginación la desalmada abuela de la triste y cándida Eréndira, la cual era transportada por cuatro fornidos indios en un baldaquín. Añádase el lorito parlanchín que en una ventana de la casa hacía las delicias de niños y muchachos, sin duda responsables de las palabrotas y obscenidades que el pájaro solía espetar a grito pelado, escandalizándolas, a las beatas cuando calle de Mesones arriba se encaminaban a la iglesia. También en la otra orilla, la literaria, un loro habría de ser el causante indirecto de la muerte del doctor Juvenal Urbino, y el destino posibilitaba con ello la unión de su viuda, Fermina Daza, con el enamorado de toda la vida, incluidos los tiempos del cólera: el naviero Florentino Ariza, que había esperado ese momento «durante 51 años, nueve meses y cuatro días».
Nimbado de tales augurios, José Canelo abandonó un día pueblo, casa y esposa, y con ligero hatillo emprendió su peculiar conquista americana. La ficción de la realidad seguiría persiguiéndole, y en Cuba se toparía con un paisano afamado en dichos, ocurrencias y chascarrillos populares, (tío) Apolinar, quien al decir de los de su pueblo, una mañana «salió al huerto a cagar y no regresó nunca más»; es decir, había dejado atrás familia y hogar atraído por los cantos de sirenas sobre indianos y peruleros enriquecidos. En la grande isla caribeña, José Canelo demostró buen manejo del crayón y los pinceles, pero sería Argentina el país donde encontraría acomodo vital. En Buenos Aires, tras un paso fugaz por Nueva York y Centroamérica, echó raíces nuevas con la savia de acá. Pues el caso es que casó con una jovencita paisana suya, emigrada como él a las tierras de la plata. Hay indicios de que la moza, cuando dejó el pueblo, iba ya con la intención de emparejarse con el artista, como así ocurrió. A falta de datos fidedignos, cabe especular si 'el Pintol' cayó o no en bigamia, o quizás esperaría a ser viudo en la distancia para contraer segundas nupcias con la nueva compañera. De Eulalia Muñoz y José Canelo nacieron tres hijos: Buenos Aires, José Rosedal y Francisco.

José Canelo se granjeó un buen nombre de artista profesional en la capital bonaerense. En una de las cartas enviadas desde allá escribe: «No tengo estudios, ni título, ni carrera, ni soy profesor de nada, pero al llevar medio siglo de lucha constante, surgen de mis manos tales recursos y habilidades que causan asombro a cuantos me ven ejecutar». Sus cuadros quedaron en museos y en centros culturales de las localidades que visitaba; un buen número de ellos, donados por el autor. Nunca olvidó el pueblecito de Extremadura al que pensaba volver algún día, y en bastantes hogares de Malpartida de Plasencia cuelgan retratos salidos del estudio argentino del pintor chinato. Con algunos amigos y familiares mantuvo un interesante intercambio epistolar, en el que destaca el pleito para liberar del inquilino la casa de su propiedad. Él deseaba donarla al pueblo para que el Ayuntamiento organizara un taller o escuela de artes y oficios donde niñas y niños aprendieran técnicas artísticas. Solventado el engorroso asunto, cedió el edificio para la biblioteca municipal, que desde su fundación lleva el nombre de José Canelo. Falleció en Buenos Aires el 12 de septiembre de 1957, y en octubre del mismo año se le dedicó una calle en el pueblo natal. Cronista hay que, entre libros, cartas y otros documentos, se ocupa estos días en recopilar, ordenar y ensamblar noticias y trabajos, ahora dispersos, referidos a José Canelo Serrano. Ello dará para una futura biografía más detallada y completa que los apuntes de ahora acerca de este pintor extremeño, bohemio y autodidacto.